18 de agosto ‘14
La vida es un juego de ir y venir…
Un constante flujo que solo podemos dejarlo ser…
A nuestra vida llegan cosas a cada segundo,
El arte de vivir es para mí sentirlas, vivirlas y soltarlas…
Más fácil decir que hacer,
Pero en el fondo de esta práctica yace el Amor.
A menudo nos empeñamos en juzgar las cosas; esto es bueno y esto
es malo, eso lo quiero y esto lo rechazo. Y en ese juego es donde parece que
nos perdemos pues, la vida es un camino que sube y baja pero, muchos de
nosotros queremos que sea plano.
Pero es la vida un juego, un constante experimentar que,
tristemente, a menudo nos tomamos muy en serio. El reto es encontrar el punto
medio entre el vivir y experimentar contra la indiferencia y desconexión. Pues
cuando nos conectamos a algo, rápidamente nos damos cuenta que a cada segundo
ese algo cambia y si nos aferramos sufrimos pero, si nos desconectamos nos
perdemos de la experiencia y de la vida en sí.
¿Entonces? Tal vez el primer paso sea dejar el miedo a sentir, lo
que sea que venga… Aprender a amar el sentir pues nos recuerda que estamos
vivos y que la razón es experimentar. Al poder integrar las emociones
descubrimos todo un mundo sensorial maravilloso. A veces tenemos tanto miedo a
sentir que no nos damos cuenta que lo único que sentimos es el mismo miedo. No
podemos escapar de las emociones por lo que, lo mejor es aceptarlas e
integrarlas.
También es importante dejar el miedo a vivir… a experimentar… a
que las cosas cambien… a que la gente venga y vaya para luego reaparecer y
desaparecer. Momento tras momento y vida tras vida… No aferrarnos a nada,
deseando que nunca se vaya y no huir de nada, negándonos a que regrese…
Simplemente dejar que las cosas vayan y vengan… Está bien querer y jugar, ¿no
es eso la vida? ¿Un juego?
Además, es clave entender el Amor, como aquello que es capaz de
abrazarlo todo, aceptarlo… y cuando vivimos aceptando lo que viene y va sin
temor, sin miedo… entramos en la vibración del Amor que todo lo acoge. El Amor
de una madre deja a su hijo crecer y que haga su vida para que luego regrese a
contarle como le ha ido… Es el apego producto del miedo lo que se resiste a que
ese niño vuele, no es el “amor protectivo” sino el miedo a perder…
¿Qué pasaría si dejamos el miedo por completo? A no tener, a ser
juzgados, a estar mal, a la tristeza, a estar solos, a no ser amados… ¿Qué
pasaría en nuestras vidas si nos permitiéramos hablar lo que queremos sin miedo
a que el otro piense, diga, juzgue o peor, a que nosotros mismos nos
enganchemos con nuestras palabras.
¿Por qué tenemos tanto miedo a soltar el Amor? ¿Por qué no nos
damos cuenta que lo estrangulamos cuando lo sostenemos? Decimos que a los niños
hay que dejarlos expresarse pero, vivimos en una sociedad que todo lo juzga.
Que nos dice qué arte es bueno y cuál es malo. Qué trabajos son buenos y cuáles
mal vistos. Si todos tenemos derecho a expresarnos, ¿por qué no nos lo
permitimos?
Hablamos del amor incondicional de Dios o de una madre pero, en el
fondo le ponemos condiciones a nuestro amor. Pues para poder amar a una
persona, sea familia, amigo, pareja o desconocido, esta tiene que ser: buena,
leal, generar confianza, sincera, amable, etc.
¿Por qué tanta condición? ¿Será que el Amor es limitado? ¿Podrá ser que
tenemos miedo a amar? Tal vez, simplemente no hemos entendido el juego…
Rodolfo Carrillo M.