La vida es un juego, una mentira, una ilusión. Lo que hemos creído
que somos no es cierto.
Perseguimos ser algo, dejar cosas, convertirnos en… Y en el fondo
nada existe. Nada es…
Cada personaje es fantasioso, cada emoción es falsa. No soy hijo,
no soy hermano, no soy sanador ni sanado, no soy Buda, no soy un hombre, no soy
un deseo, ni un pensamiento, no soy la creación de alguien ni nada.
Simplemente no soy.
Durante mucho tiempo me empeñé en ser alguien: bueno, responsable,
respetuoso, lleno de bondad. Luego tomé como modelo a un buda y me esforcé más
por ser luz, por ser amor, por ser compasión. Y entre más trataba de Ser, más
iba descubriendo sufrimiento y lo mucho que me faltaba por Ser. Me cansé,
resultaba agotador, un trabajo constante y permanente por ser algo, alguien,
inclusive consciente. Pero, nunca fue suficiente. Ya no podía más, mis fuerzas
ya no estaban, mis maestros me habían abandonado, no sabía como seguir sus pasos.
Fue entonces cuando me rendí… Me rehusé a seguir. Abandoné a mis
fantasmas, mis miedos. Renuncié a ser alguien: el sanador, el amoroso, el
bondadoso, el acompañante, el hijo, el padre, el hermano, el hombre.
Despedí a los maestros, los eché de mí. Renuncié al amor y al
espejo de todo en mí. Y ahí… en el silencio… fue cuando sucedió, me permití no
ser, no buscar, no querer, no desear, no perseguir, no trabajar, no tener una
meta, no tener un maestro. Simplemente: no ser.
Lo abandoné todo y pude experimentar la realidad, el verdadero
vacío de todo, como nada existe, nada es. No hay formas, espejos, emociones, no
hay nada, ni pensamientos, ni nadie guiando nada. Simplemente hay vacío.
Y pude ver el vacío, la carencia de existencia de todo, de las
personas, cosas, la ilusión de la vida y la falsedad del yo.
La forma es pero, carece de existencia intrínseca… está vacía.
Y surgió la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? Del silencio
surgió la respuesta: no tiene sentido.
La vida es como jugar barbies con muñecas imaginarias. Ni el juego
es real, ni las muñecas, todo se vale y en este caso hasta la niña que juega
con sus muñecas, no existe.
Entonces, ¿qué es la vida? Una vez más, del silencio, surge la
respuesta: No es más que un juego… Y a raíz de eso, surgió la compasión.
Si la vida es un juego, ¿por qué sufrimos? No tiene sentido, no
hay razón. Es ahí donde me permito jugar el juego, disfrutar y llenarme de amor
por los otros cuando sufren, porque no tiene sentido sufrir cuando nada es
real. Las emociones son vibraciones carentes de existencia. Se viven, se dejan
fluir con la sabiduría del vacío.
Fluye, juega, disfruta, vive el sueño, porque todo es una ilusión.
El vacío lo acoge todo y no hay nada que ser…
Yo no soy.
Rodolfo Carrillo M.
Despertar es darse cuenta que la vida es un juego, una ilusión.
Iluminarse es atreverse a dejar el juego.
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