28
de julio ‘14
El universo es vacío, no hay nada. De ese espacio vacío surge un
manto muy sutil de energía que todo lo cubre, esa energía puede tomar formas.
En su estado más inalterado esa energía vibra muy alto, tiene un altísimo
potencial y toda vibra en armonía, eso es lo que llamamos Amor.
Tu eres todo, toda esa energía de la que surge una mente, la
herramienta que te mueve a través de la energía. Tienes un ego que sirve para
poder ver “desde afuera” o “independientemente” esa energía, un vehículo para
experimentar la forma, un corazón para sentir y que funciona como un radar que
capta el vibrar (la emociones) pero que es también el que pone en movimiento la
energía (crea). Surge la ilusión del tiempo para dar sentido a la experiencia y
es la memoria la que permite esto y el intelecto te ayuda crear un sistema de
interconexiones para jugar a “entender”.
Tu mueves la energía; imagina que hay un gran lago de agua
cristalina y un fondo lleno de barro y tierra. Miralo desde arriba. Cuando te
internas en el juego de la vida te metes a ese lago. Tu mero ingreso ya empieza
a mover la energía, a generar olas, que sería lo que llamamos la creación o la
forma. Según como te muevas en el agua, así estará la calidad, visibilidad y
pureza de esta. Si te alteras mucho harás que el barro del fondo se eleve y
enturbiará el agua. Si te mueves lento el agua se mantendrá pura y
transparente.
Nosotros somos semillas que caen en el lago de energía del
universo. ¿Qué pasa cuando una semilla cae al suelo? ¿Se mueve? ¿Escoge el
mejor lugar para germinar? ¿Busca mojar la tierra para prepararla? ¿Se entierra
sola? ¿Se esfuerza por crecer? ¿Corre? ¿Hace algo?
La semilla cae al lago, va al fondo, la corriente la lleva al
lugar donde tiene que estar y ahí, ella espera que la tierra la cubra. La
semilla se asienta y tiene paciencia. Ella sabe que es semilla y conoce su
potencial. Cubierta por el lodo empieza a echar raíces, se conecta con la
oscuridad y se nutre de ella. No lucha por salir a la luz, espera.
Se nutre y aprende. Poco a poco va sacando su tallo aún dentro de
la tierra y sale al agua. Sigue paciente, no piensa en moverse a otro lado del
lago que le parezca mejor, ella está ahí.
Sigue creciendo y si la tierra se mueve ella se mueve con la
tierra pero poco a poco su raíces se van extendiendo y profundizando más en la
oscuridad, en la tierra. Ella no huye de la oscuridad, se enraiza en ella, se
nutre y se afianza en ella.
Crece aún más hasta salir del agua, ya las corrientes no la mueven
ahora sus raíces son profundas y la afirman en un lugar. Y es ahí cuando
florece, sin esfuerzo, sin trabajo, sin prisa… solo siendo.
Rodolfo Carrillo M.
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