30
de marzo ‘16
Hoy me permití dejar de ser hombre y lloré. Me permití por un
momento ser vulnerable, mostrarme herido, necesitado de apoyo… Hoy dejé de ser
el hombre que debía ser… el pilar… el que sostiene… el que puede con todo… el
que no llora… dejé de ser el hombre que no requiere ayuda… guardé a aquel que
sólo, puede con todo…
Hoy me permití por unos pocos segundos, ser Humano… Me permití
enfrentar mi mayor miedo: dejar de ser hombre y ser rechazado por pendejo… por
cobarde… por no ser fuerte… por no poder sólo… por necesitar… por pedir… por
mostrar emociones “de mujer”… por llorar…
Me enfrenté a ese rechazo… me sentí humillado… más herido… sentí
que perdí mi dignidad… me sentí burlado al ser ignorado… al no ser aceptado… al
no ser comprendido…
¡Me enojé… conmigo mismo! ¿Por qué tenía que ser tan pendejo? ¿Por
qué tengo que sentirme triste y querer que alguien me abrace y me acompañe?
¿Cómo va alguien a amar a este maricón? ¿Por qué no puedo ser fuerte y tragarme
esto? ¿Por qué no puedo ser un hombre de verdad?
¡Fui duro conmigo mismo… me endurecí… tragué fuerte y me levanté!
Me puse de nuevo mi traje, mi capa, mi escudo, levanté los muros y salí a la
calle, a atender mis deberes… Decidido… Vuelto a ser hombre.
Pero, la tristeza y el dolor no logré dejarlos… estaban en los
cimientos de mis muros… bajo mi traje… en mis entrañas… Aprendí a utilizarlos,
a dejarlos salir, no para que me doblegaran ni como lágrimas sino como enojo,
como violencia, como una forma de transformar a la fuerza todo lo que no me
gustaba a mi alrededor.
La energía era infinita… cuando más enojo requería más salía… la
herida no sanaba… el dolor y la tristeza no se iban. Pero, ¡era hombre!
¡Fuerte, valiente! ¡Al pie del cañón! Sin rastro de miedo ni vulnerabilidad.
¡Era un pilar, el ejemplo de la fortaleza y capacidad de resolver!
Solo no me daba cuenta que los muros cada vez se hacían más altos…
cada vez la demanda a mis necesidades era mayor… y mi forma de pedirla era a
través del mismo enojo… de la misma fuerza… de la exigencia… Haciendo daño a
aquellos a mi alrededor… desconectándome de los que más quería… dejándome cada
vez más y más sólo.
Soy Hombre, mujer. No hombre. Soy Hombre con “H” de Humano. Humano
que siente… que sufre… que tiene heridas sin sanar… que necesita comprensión…
acompañamiento y Amor. No amor demandante… no amor de pareja… sino Amor, de
aceptación y de entendimiento.
Por intentar ganarme tu amor, perdí mi Amor. No es tu culpa… pero,
es que a menudo siento que tu amor es tan importante que se me olvida mi Amor
propio. Me pierdo en el querer ganarme tu amor: que me necesites, que me
admires, que me desees, que veas fuerte… y dejo de lado lo que realmente
quiero, lograr tu Amor: aceptación, cariño, respeto, compañía.
Te pido Ayuda Mujer… Ayuda con “A” de Amor y no de amor. Te pido
que no me pidas que sea siempre fuerte, siempre en control, siempre feliz o en
balance, siempre un pilar, siempre el que resuelve. Te pido que me aceptes como
Humano y me rechaces como hombre.
Sé que si fuera hombre podría hacerte sentir segura, protegida,
atendida y respaldada y que al ser Hombre podría no lograrlo porque no siempre
me encontraré bien, porque a veces me mostraré herido y vulnerable… Pero, te
puedo decir que el Hombre siempre te hará sentir Segura, en confianza, en
compañía, en complicidad porque será Real.
Sé que el trabajo es mío… sé que soy yo quien tiene que cambiar,
quién debe de aceptarse, de perdonarse, de permitirse Ser y dejar de tratar de
ser algo más. Y digo yo en lugar de Yo, porque sé que mi Yo ya Es quién debe ser.
Sé que a través de mi propio camino, de enfrentar mis miedos, de
sacar mis heridas al aire, de hacerme amigo de mis fantasmas, de aceptar mi
oscuridad y mi sombra, puedo dejar de ser hombre. Y en la aceptación de mi Humanidad…
en el Amor a mi propio ser podré convertirme en Hombre.
Pero, si me acompañas, si me Amas, será más rápida mi
transformación. Tendré la compañía y complicidad necesaria para no tener que
usar mis heridas para encontrar fuerza. Podré dejar de luchar y fingir para
poder enfocarme en sanar, en aceptarme, en mostrarme y así verdaderamente
Amarte.
Y a vos, hermano con quién he luchado mil batallas, quién ha
estado como un pilar a mi lado en los momento más duros y con quién he sido
hombre… permíteme reconocer mis heridas y mis miedos en tu reflejo. Te ofrezco
la aceptación tu Humanidad, de tus lágrimas, de tus fantasmas y tu sombra.
Seamos Hombres juntos. Dejemos de juzgarnos, de exigirnos, de
demandarnos ser guerreros ensangrentados y seamos Guerreros de justicia y
verdad. Luchemos por sostener nuestros principios, no por territorios.
Acompañémonos en este viaje de vida buscando el mutuo bienestar, no la
supervivencia del más fuerte.
Por favor, hermanos Hombres y Mujeres, Aceptémonos, y
Acompañémonos, con “A” de Amor y trabajemos juntos por un Mundo donde todos
podamos Ser, sin miedo a mostrarnos o a ser rechazados por simplemente aceptar
nuestra Humanidad.
Rodolfo Carrillo M.
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