Qué tan maravilloso sería que
aprendiéramos el arte de amar la autenticidad del otro: sus temores, emociones,
sueños, silencios, monólogos, lágrimas, risas, sus traumas, éxitos, alegrías, pasado, presente, su camino… Aprender a
aceptar como somos, porque es ahí donde surge un profundo amor.
Hermoso sería que reconociéramos que
todos somos una mezcla de masculino y femenino… Que a veces somos fuertes y otras
vulnerables… En ocasiones sostenemos y en otras, queremos que nos abracen… Y que el juego de pareja no es satisfacerse el uno al otro sino, acompañarse en esos cambios.
Qué tan bueno sería que nos permitiéramos
entregarnos a las conexiones que sentimos… a los caminos que se abren frente a
nosotros… a las personas que nos tocan el corazón y pueden ver nuestra alma, sin cuestionarnos el futuro… sin resistirnos a lo que sentimos… sin huir de lo desconocido.
Sería increíble que aceptáramos nuestros
miedos: a amar… a ser amados… y a las vez dejáramos que nos acompañen con amor
en nuestro proceso de dejarlos ir… Que nos mostráramos vulnerables y confiáramos en que aún así, desnudando nuestras intimidades podemos ser amados.
¿Qué pasaría? si tan solo tuviéramos el
valor de abrirnos… de mostrarnos… de dejar que nos acompañen… de compartir abiertamente nuestros sueños… de reconocer nuestros miedos… de entregarnos a
un abrazo… de perdernos en un beso… de aceptar la compañía y el amor en nuestras vidas…
Rodolfo Carrillo M.
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