Monday, December 04, 2006

También siento…

04 diciembre ‘06

Aunque no lo creas también siento, tengo un corazón en mi pecho que late y vive la vida conmigo, que hizo correr la sangre por mis venas con más velocidad cuando te vimos por primera vez, y que calentó mi cuerpo con su ritmo cuando te acercaste a nuestra vida.

Tengo un bibliotecario en mi pecho que archiva esos momentos especiales que compartimos, esos abruptos despertares sólo para ver si aún tu respiración me acompaña, esos atardeceres de diciembre en brazos cálidos y esas noches de luna llena amándonos hasta caer rendidos.

Es también un escribano de tus palabras, de tus gestos y tus roces, tomando nota detallada para que pueda recordarte en aquellos momentos que me faltas.

Un fotógrafo de tus movimientos que cuando cierro mis ojos, me sigue mostrando el balanceo de tus caderas, tus manos tersas acariciándome, tu dulce sonrisa conquistándome y tu mirada profunda cautivándome.

Pero, cuando te alejas de mi vida… Es ese amigo y compañero quién me ata a tu existencia, quién mantiene tu presencia en mis noches de tristeza, quién me implora ¡por que no te olvide ni te deje ir! Me dice que se tragará su orgullo, que se secará las lágrimas, que buscará la manera de sanar las heridas y que dejará de quejarse del dolor. Que hallará una manera de levantarse en las mañanas pero que no quiere dejar ese amor morir.

Es en ese instante, donde aquella residente, que hasta el momento había permanecido silenciosa y oculta, decide surgir de entre las sombras y apoderarse por la fuerza de la situación. Con mano de hierro asume el poder y comienza a dar órdenes de acato inmediato en pro de la liberación del ser de aquel terrible dolor que le consume. Y empieza a luchar firmemente por rescatar los escombros de mi maltrecho corazón de las tinieblas.

Es por ella, esa firme y tenaz gladiadora, que mi cuerpo logra levantarse y seguir adelante. Es quién nos permite hacer lo necesario para defendernos del dolor y el sufrimiento. Nos lleva a avanzar físicamente y a ocultar el destrozado cuerpo de mi corazón que yace inerte y agonizante.

Entonces, cuando me miras de pie, aparentemente fuerte y sobrado, cuando no puedes ver tras esa coraza que nuestra defensora ha creado para proteger a ese corazón que ha quedado destruido, me etiquetas de frío e indiferente. Me piensas falso, y crees que toda la dulzura, ternura y sensibilidad que un día viste y viviste nunca existió. Pero, no te engañes, ahí está y siempre estará, solo que como no has sabido tratarnos con respeto, nuestra aliada la Razón no te dejará más verla.

Rodolfo Carrillo M.

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