2 de agosto ‘14
¿Por qué tenemos que limitarnos?
¿Por qué no podemos dejarnos vivir,
jugar, ser libres?
¿Por qué pensar lo que decimos, si las
palabras que quieren salir vienen pintadas de amor?
¿Por qué limitamos los besos y los
abrazos?
¿Por qué
racionamos el Amor, como si fuera a agotarse?
¿Por qué no dudamos en levantar la voz
pero, nos cuesta tanto dar un cumplido?
¿Por qué cuestionamos el amor pero,
estamos tan seguros del rechazo?
¿Por qué nos cuesta tanto recibir cariño
pero, le abrimos los brazos al odio?
¿Por qué solo amamos a unas pocas
personas pero podemos detestar países y razas enteras?
¿Por qué cuesta tanto construir confianza
pero, es tan fácil destruirla?
¿Por qué le facilitamos el camino a las
emociones que nos incomodan pero, se lo dificultamos tanto a las que nos dan
bienestar?
¿No sería mejor amar más y odiar menos?
¿Sonreír más y enojarnos menos?
¿Abrazar más fuerte, besar más
apasionadamente, compartir más íntimamente y rechazar menos?
De verdad, ¿sería esto tan difícil?
¿No será posible que estemos viviendo
la vida al revés?
¿Qué quien haya leído las instrucciones
se haya equivocado y en vez de decir: “ten cuidado con tu prójimo”, las
instrucciones dijeran: “ama a tu prójimo”?
¿Qué en vez de leer: “ama solo a aquellos
que están cerca”, leyeran: “ámense los unos a los otros, sin distinción de raza
ni credo”?
¿Quién nos enseñó que el Amor se agota?
¿Quién nos dijo que el Amor es un bien
que se transa solo con algún selecto grupo?
¿Quién nos enseñó a tener cuidado con las
palabras dulces y ser libres de lengua con los insultos y críticas?
¿Cuándo se convirtió el Amor en un bien
que se compra con la gracia y el Odio en una mercancía que se regala a diestra
y siniestra?
¿Qué tal si le damos vuelta a las
instrucciones?
O tal vez, ¿simplemente haya que volverlas
a leer con más cuidado?
Piénsalo… quizás quieras cambiar la forma de vivir tu vida.
Rodolfo Carrillo M.
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