Monday, August 18, 2014

Del amor sin condiciones

13 de agosto ’14

He vivido mi vida persiguiendo, corriendo tras un sin número de cosas… notas, amigos, aprobación de mis padres, de otros, dinero estatus, reconocimiento social y personal, lujos, experiencias específicas… Un deseo tras otro… Siempre buscando ser feliz.

He corrido en una vida mundana, material y he volado en una vida espiritual, siempre anhelando… Un deseo tras otro… a veces un carro, otras la iluminación.

Pero, cada vez que alcanzaba algo, quería algo más. Entonces empecé a “trabajar” en ser feliz con lo que tengo: dejar de desear tanto y disfrutar más. Me deshice de mis grandes sueños como empresario, dejé la carrera de “ser el mejor”. Me propuse vivir una vida más sencilla, una vida en pareja y disfrutar de esa experiencia.

Seguía incómodo, aún faltaba algo. Entonces dediqué día y noche a “ser una mejor persona, mejor pareja”; seguí trabajando en “ser bueno”, en “ser espiritual”. Hasta que llegué al punto en donde renuncié a todo, no más “ser bueno, responsable, buen hijo, buena pareja, espiritual”. ¡No más!

Ya no quería ser… estaba cansado de ser esto y lo otro… ¡agotado! Y es que, nunca lo fui… “Yo no soy,” me repetí múltiples veces, no quiero ser nada más. Y sin darme cuenta renuncié a todo… me vacié, de anhelos, deseos, sueños, luchas, imágenes, de ¡todo!

Me convertí en vacío… Fue ahí donde pude entender el absurdo de mi vida. Como había perseguido tantas cosas sin darme cuenta que nada es real pero, a la vez todo siempre estuvo en mi.

Al renunciar al anhelo, al deseo, fue cuando pude empezar a Ser. Entonces empecé a entender el Amor y el miedo en el juego de la vida. Cada cosa que alcanzo, cada una que poseo me da una felicidad ilusoria pues al poseerlo inmediatamente surge el miedo a perderlo. Cuando la felicidad viene de algo externo, indudablemente trae consigo sufrimiento pues genera apego – miedo a perderlo.

Dejamos que sea ese objeto, experiencia o persona lo que nos dé la felicidad y por ende le otorgamos el poder de quitárnosla, entonces surge el miedo. Y el miedo y el amor no pueden manifestarse en el mismo momento, son dos caras de una misma moneda de la cual solo podemos ver una cara a la vez.

Ahí me di cuenta que el verdadero estado de amor no se puede condicionar, ni limitar porque entonces empieza a haber miedo. Un simple límite o condición limitante es usual que venga generada por el miedo a perderlo y al surgir este miedo, el amor dejar de ser percibido.

Tendemos a tener tanto miedo a perder el amor que lo condicionamos e inmediatamente lo perdemos. Por eso nos elude tanto este ansiado estado. Creemos que podemos amar a unas pocas cosas en la vida y otras no amarlas pero, en esto es imposible; no podemos amar algo y odiar otra al mismo tiempo porque es un estado. Al darle al Amor un único objeto de colocación inmediatamente surge el miedo y perdemos el estado, el Amor.

Por ejemplo, hacemos de nuestra pareja el objeto de nuestro amor y nos sentimos muy a gusto con ella pero, al establecer condiciones de solo amar a esa persona surge el miedo a que esta persona muera, se vaya, no me ame o que ame a alguien más; en ese instante, ya no amamos sino que intentamos poseer para no “perder” ese amor pero, no nos damos cuenta que ya lo perdimos porque ahora hay celos, control, enojo, demandas, producto del miedo.

El verdadero amor es incondicional, lo ama todo: hombre, mujer, noche, día, lluvia, sol, tristeza, felicidad, vida y muerte. Cualquier intento por limitarlo lo convierte en miedo pues el Amor solo ES, cuando está libre. El reto no es amar, sino liberarnos del miedo pues al dejar el miedo el Amor, el verdadero Amor surge por sí solo.

Rodolfo Carrillo M.


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