13 de agosto ’14
He vivido mi vida persiguiendo, corriendo tras un sin número de
cosas… notas, amigos, aprobación de mis padres, de otros, dinero estatus,
reconocimiento social y personal, lujos, experiencias específicas… Un deseo
tras otro… Siempre buscando ser feliz.
He corrido en una vida mundana, material y he volado en una vida
espiritual, siempre anhelando… Un deseo tras otro… a veces un carro, otras la
iluminación.
Pero, cada vez que alcanzaba algo, quería algo más. Entonces
empecé a “trabajar” en ser feliz con lo que tengo: dejar de desear tanto y
disfrutar más. Me deshice de mis grandes sueños como empresario, dejé la
carrera de “ser el mejor”. Me propuse vivir una vida más sencilla, una vida en
pareja y disfrutar de esa experiencia.
Seguía incómodo, aún faltaba algo. Entonces dediqué día y noche a
“ser una mejor persona, mejor pareja”; seguí trabajando en “ser bueno”, en “ser
espiritual”. Hasta que llegué al punto en donde renuncié a todo, no más “ser
bueno, responsable, buen hijo, buena pareja, espiritual”. ¡No más!
Ya no quería ser… estaba cansado de ser esto y lo otro… ¡agotado!
Y es que, nunca lo fui… “Yo no soy,” me repetí múltiples veces, no quiero ser
nada más. Y sin darme cuenta renuncié a todo… me vacié, de anhelos, deseos,
sueños, luchas, imágenes, de ¡todo!
Me convertí en vacío… Fue ahí donde pude entender el absurdo de mi
vida. Como había perseguido tantas cosas sin darme cuenta que nada es real
pero, a la vez todo siempre estuvo en mi.
Al renunciar al anhelo, al deseo, fue cuando pude empezar a Ser.
Entonces empecé a entender el Amor y el miedo en el juego de la vida. Cada cosa
que alcanzo, cada una que poseo me da una felicidad ilusoria pues al poseerlo
inmediatamente surge el miedo a perderlo. Cuando la felicidad viene de algo
externo, indudablemente trae consigo sufrimiento pues genera apego – miedo a
perderlo.
Dejamos que sea ese objeto, experiencia o persona lo que nos dé la
felicidad y por ende le otorgamos el poder de quitárnosla, entonces surge el
miedo. Y el miedo y el amor no pueden manifestarse en el mismo momento, son dos
caras de una misma moneda de la cual solo podemos ver una cara a la vez.
Ahí me di cuenta que el verdadero estado de amor no se puede
condicionar, ni limitar porque entonces empieza a haber miedo. Un simple límite
o condición limitante es usual que venga generada por el miedo a perderlo y al
surgir este miedo, el amor dejar de ser percibido.
Tendemos a tener tanto miedo a perder el amor que lo condicionamos
e inmediatamente lo perdemos. Por eso nos elude tanto este ansiado estado.
Creemos que podemos amar a unas pocas cosas en la vida y otras no amarlas pero,
en esto es imposible; no podemos amar algo y odiar otra al mismo tiempo porque
es un estado. Al darle al Amor un único objeto de colocación inmediatamente
surge el miedo y perdemos el estado, el Amor.
Por ejemplo, hacemos de nuestra pareja el objeto de nuestro amor y
nos sentimos muy a gusto con ella pero, al establecer condiciones de solo amar
a esa persona surge el miedo a que esta persona muera, se vaya, no me ame o que
ame a alguien más; en ese instante, ya no amamos sino que intentamos poseer
para no “perder” ese amor pero, no nos damos cuenta que ya lo perdimos porque
ahora hay celos, control, enojo, demandas, producto del miedo.
El verdadero amor es incondicional, lo ama todo: hombre, mujer,
noche, día, lluvia, sol, tristeza, felicidad, vida y muerte. Cualquier intento
por limitarlo lo convierte en miedo pues el Amor solo ES, cuando está libre. El
reto no es amar, sino liberarnos del miedo pues al dejar el miedo el Amor, el
verdadero Amor surge por sí solo.
Rodolfo Carrillo M.
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